¿Por qué es tan difícil cultivar hongos micorrícicos comestibles? | | | |
Sábado, 24 de Enero de 2009 10:15 |
Las constantes disminuciones en la producción de hongos silvestres y su alto valor de mercado, han llevado a investigar su cultivo. Diferentes especies de trufas (Tuber melanosporum, T.uncinatum, T.borchii…) ya han sido obtenidas a través de distintos sistemas de cultivo, mediante plantación de planta micorrizada o inoculación directa en campo. Existen muchos otros hongos silvestres de gran importancia económica, como la trufa blanca italiana, sobre los que prácticamente no ha habido éxito alguno. A lo largo de este artículo analizaremos las posibles causas de esta problemática, el por qué es tan complejo establecer la micorrización o por qué cuando ésta se consigue, falla la producción. Algunas de las respuestas hay que buscarlas en las complejas interacciones entre los hongos y sus plantas huésped.
Algunos de los éxitos En nuestro país la truficultura es una realidad, las plantaciones artificiales de encina micorrizada con Tuber melanosporum aumentan cada año. Para este hongo la fase de producción de planta micorrizada con inóculo esporal y o miceliar ya ha sido desarrollada. Los problemas llegan en la segunda fase, su cultivo: arados, riego, temperatura, niveles de luz, control de contaminantes …(ver G. Chevalier, http://www.mykopat.slu.se/mycorrhiza/edible/proceed/chevalier.html ) No conocemos en profundidad las necesidades ecológicas de este hongo y todavía menos para otras trufas (T.magnatum, T. borchii, T. uncinatum, T.aestivum) para las cuales también se ha superado la primera fase de producción de planta micorrizada. Mediante la micorrización artificial de pinos también se han obtenido producciones en campo de Suillus granulatus, S. luteus, Tricholoma portentosum, Rhizopogon rubescens (variedad muy apreciada gastronómicamente en Japón) así como alguna variedad de criadilla de tierra (Terfezia claveryi) micorrizada con la jarilla Helianthemum almeriense. Incluso fructificaron en macetas en invernadero Cantharellus cibarius previamente inoculados en pino álbar, aunque la fructificación fue azarosa, ya que no se ha conseguido repetir desde 1996. ¿Por qué es tan complejo establecer la micorrización con especies vegetales adecuadas? ¿Por qué algunas infecciones que parecen estables, fallan o son desplazadas por otros hongos en el campo sin llegar a fructificar? Debemos tener presente que en un bosque no fructifican los mismos hongos a lo largo del tiempo. Éstos se van sucediendo de forma natural a medida que el bosque envejece. Algunos de los hongos con valor comercial como los boletos, las cantarelas, las oronjas, etc. fructifican con preferencia en bosques adultos, siendo compleja la micorrización de plantas en vivero. En esta línea ya se han obtenido resultados positivos con varias especies, fructificando en bosque directamente Lactarius deliciosus, Boletus edulis, Tuber melanosporum, T. brumale, T. uncinatum y Lyophyllum shimeji (http://www.kippo.or.jp/KansaiWindowhtml/News/1996-e/19961119_NEWS.HTML ), o consiguiendo establecer asociaciones micorrícicas estables con Tricholoma matsutake, hongo que sólo fructifica en pinares de Pinus densiflora de más de 20 años con un 75 % de cobertura arbórea. Boletus edulis fructifica a menudo cerca de Amanita muscaria. Este hecho ocurre en zonas tan dispares como España, USA o Nueva Zelanda. ¿Es posible que existan relaciones complejas entre diferentes especies de hongos necesarias para su fructificación? Otros hongos micorrícicos como las cantarelas y algunas trufas llevan siempre asociadas bacterias del grupo Pseudomonas en sus fructificaciones y micorrizas. Las colmenillas o cagarrias (Morchella spp.) son consideradas saprófitas, pudiendo multiplicar su micelio en diferentes medios de cultivo y consiguiendo fructificaciones en alguno, por lo que podría cultivarse comercialmente sobre sustratos artificiales. Parece ser que en ecosistemas forestales estables el ciclo de las colmenillas es algo mas complejo, incluyendo ambas fases, saprofítica y micorrícica, oscilando en un ciclo bianual. La fase saprofítica se caracteriza por la acumulación de nutrientes y formación de esclerocios (agregaciones miceliares que permiten sobrevivir al hongo en condiciones adversas) en verano y otoño, seguida de la fase micorrícica, en la que el micelio crece a partir de los esclerocios y coloniza las raíces finas en primavera. Micorrícicos, saprófitos y parásitos Otra posible razón por la cual no hemos conseguido cultivar algunos hongos es por presuponer que son micorrícicos, cuando su relación con la planta huésped es mucho más compleja. Los quemados o calvas producidos por la trufa negra son sobradamente conocidos. Este hongo aún estableciendo micorrizas con su planta huésped, es capaz de matar y evitar la germinación de toda la vegetación a su alrededor. Las trufas además, a los pocos días de su formación ya no presentan ninguna relación con su planta huésped, creciendo y madurando hasta 10 meses de forma saprofita. Los micólogos clasifican a los hongos en micorrícicos (viven en simbiosis obteniendo un beneficio mutuo tanto el hongo como su planta huésped), saprófitos (viven de degradar la materia orgánica) y parásitos (obtienen el alimento de plantas o animales vivos sin que estos obtengan ningún beneficio). En estas tres categorías arbitrarias, creadas por el hombre, no encajan bien todos los hongos. Muchos se encuentran en puntos intermedios en un triángulo definido en términos de micorrícicos, saprófitos y parásitos. Otro ejemplo lo encontramos en Lactarius deliciosus, típicamente micorrícico puede invadir las células del córtex de la raíz del pino que lo hospeda y de algunas hierbas de su alrededor, actuando mas bien como un parásito. Esta misma especie produce altos niveles de polifenol oxidasas, un encima capaz de degradar la lignina y la celulosa, típico de hongos saprófitos. Por ejemplo, algunos parásitos como Armillaria mellea pueden vivir en los tejidos del árbol mucho tiempo después de muerto; otros hongos “micorrícicos” presentan habilidades saprofíticas: Boletus edulis, Hebeloma y Lyophillum shimeji pueden fructificar en el laboratorio sobre medio nutritivo en ausencia de la planta huésped; Tricholoma matsutake, inicialmente micorrícico en pinos, pasa a ser parásito destruyendo completamente el córtex radical de su huésped e incluso viviendo como saprófito una vez el árbol está muerto. El objetivo de estas reflexiones es poner en relieve algunas de las áreas sobre las que vale la pena explorar, si pretendemos llegar a cerrar con cierto éxito, el ciclo de cultivo de algunos hongos micorrícicos con los que actualmente estamos trabajando. 1 Hall, I.R. et al. 2002. Edible Mycorrhizal Mushrooms and their Cultivation, Proceedings of the Second International Conference on Edible Mycorrhizal Mushrooms, CD-ROM, New Zealand Institute for Crop & Food Research Limited.
Autores: Marcos Morcillo, Mónica Sánchez. Micología Forestal Aplicada. Fuente: http://www.portalforestal.com/informacion/2463-ipor-que-es-tan-dificil-cultivar-hongos-micorricicos-comestibles.html
|
¿El organismo más grande del planeta?
DESCUBRIMIENTO DE UNA NUEVA ESPECIE DE HONGO En el transcurso de últimas investigaciones micológicas que se efectuaron en la comarca de El Maresme en el Barcelonés, se tuvo oportunidad de descubrir lo que era al parecer una nueva especie de hongo. Importantes asociaciones micológicas como la del País Vasco y la Societat Catalana de Micología de Barcelona, así como el Real Jardín Botánico de Madrid, a través del Dr. Francisco de Diego y Calonge, profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, reconocieron la originalidad de este nuevo hongo, caracterizado por tener el pié hueco y completamente plano. Las características del hongo así como su fotografía fueron enviadas a micólogos europeos de reconocido prestigio, como Marcel Bon, de L'estation d'études de Baie de Somme (Francia) y Henry Romagnesi del Museo de Ciencias Naturales de París, donde en letra escrita reconocieron que se trataba de una especie por catalogar. |